En la política como en la economía-finanzas y en casi todos los órdenes de la vida, el silencio tiene un valor muy significativo y un uso muy explosivo.
Hoy lo podemos observar con mucha claridad, tanto en Paraguay, como en Argentina, en los EE. UU., en Rusia, Israel y en muchos lugares del mundo.
Constatar que se produjeron más de 4.000 feminicidios en un año, y no denunciarlo, es una maniobra silenciosa que premia y castiga.
No denunciar la pobreza crítica de millones de hombres, mujeres y niños, es premiar a los ricos y castigar a los pobres, quienes sufren las consecuencias de esa situación miserable en la vida.
Solamente hay que mencionar que el gobierno de J. Milei ordenó el cierre de TELAM, un instrumento que facilita y garantiza la libertad de expresión y no denunciarlo, como un atentado, es premiar a los corruptos y castigar a quienes están condenados a vivir en silencio, ya que no disponen de los recursos para ir más allá del silencio.
Afirmamos desde ya, que en las estructuras de violencia, el silencio puede jugar diferentes roles, que debe ser alimentado con serenidad y seriedad, para no ser engañado por los algoritmos de los intereses creados y predominantes, que imponen sus reglas de juego y logran sus objetivos perseguidos.
Esta circunstancia es facilitada por el desarrollo de la revolución tecno trónica, que lo acelera con los neologismos que están en marcha, donde la verdad se pinta como mentira, y la mentira va adquiriendo artificialmente, el rostro de la verdad.
Para los trabajadores y en especial para los docentes en todos los niveles, la correcta utilización del silencio tiene una importancia singular.
Tanto los diferentes medios de comunicación social, como las redes sociales, nos inventan las verdades y nos disfrazan las mentiras, de tal suerte, que casi es imposible desarrollar la capacidad fundamental de la distinción. Buscan marearnos y confundirnos.
En efecto, como nos decía el gran Mahatma Gandhi, “debemos aprender a distinguir lo falso de lo verdadero”, para tener acierto en nuestras proposiciones.
En este sentido, es bueno destacar una expresión muy bien utilizada, que puede confundir y que expresa: “Solamente los cobardes, mueren muchas veces antes de morir”, que siempre llama la atención. Los cobardes inundan el planeta.
En “Cien años de Soledad”, el gran libro de Gabo, su obra magistral, nos enseñó que la vida, siempre ofrece una segunda oportunidad y el Papa Francisco, en “Cien Años de Santidad”, que la vida tiene proyección de eternidad”, agregando que existe una manera única de abrazar la muerte, con el mismo coraje y valentía con el que se asumió la vida, siendo coherente en cada partícula de la existencia vital y en cada recodo del destino humano.
No es fácil vivir “cien años de soledad” o “de santidad”, sin poner en juego tanto la palabra como el silencio, y más el silencio que la palabra, ya que ésta tiene su propia manera de enseñar o esconder la verdad, pudiendo el silencio ser cómplice o denunciar esta actitud.
Debe ser por eso que Jesús afirmaba:
“El que no recoge conmigo, desparrama”.
Y el que desparrama, generalmente, utiliza su silencio para condenar a los demás.
En los destellos de luz y esperanza de cada comportamiento humano, en cada gesto y enseñanza de los políticos, de los economistas, de los financieros, de los docentes, debe aparecer la forma sencilla de domar la vida; de tal suerte, que el silencio tenga la elocuencia que hoy parece sobrevivir apenas en los subterráneos. No podemos seguir sustentando la dualidad del silencio, más todavía sabiendo que de esa forma, premiamos a los ricos y poderosos, incluso a los criminales, que saben utilizar su silencio para esconder su crimen y/o esconder su fortuna mal habida.
Callamos la razón de ser de la inestabilidad económica-financiera de nuestro país y de toda la región, en especial silenciamos el gravísimo problema de la deuda externa, como el déficit fiscal que condena nuestro futuro, y seguimos alentando que los ricos no deben pagar impuestos para así invertir, sabiendo que su inversión es una maniobra más, para guardar su fortuna en sistemas offshore; este es un mecanismo de la fuga de divisas, que garantiza que los ricos no sean investigados ni denunciados. Con un silencio de los diferentes medios de comunicación social, premiamos a los poderosos de siempre.
Eso pasa en nuestro país y en todo el mundo.
El silencio, más allá de lo complejo que es el tema, pero que es un aspecto muy rico de nuestro lenguaje, debe ser un portavoz de la verdad y un denunciador de la mentira. Que así sea!!!
“No nos dejemos robar la esperanza”